miércoles, 30 de junio de 2010

MAGISTRAL, MIQUEL BARCELÓ




Pocas veces, los amantes del arte han podido gozar de un espectáculo pictórico, donde técnica y temática han creado la magnética simbiosis de fascinar al visitante quien, en el momento de situarse delante del grabado, adquiere la plena conciencia de que se encuentra ante una obra maestra.

Y ha sido Barcelona, y la Gómez Turu Gallery (C/ Consell de Cent, 325 – Tel. 932-152-210) quien ha brindado el privilegio, durante les meses de mayo y junio, de poder visitar la exposición Tauromaquia, un conjunto de quince grabados en técnica aguatinta, aguafuerte y también acuarela, de tamaños que varían del 65 x 75 al 97 x 108 cms., realizados por Miquel Barceló durante el año 2002, y cuyo titulo de serie “Lanzarote” – fue en esa isla del archipiélago canario donde ejecutó la realización de su obra - conformaba un grupo de cincuenta y cinco aguafuertes, siendo la mayoría de ellos adquiridos directamente por instituciones públicas.

Barceló exhibe su arte, su tronío, su fuerza irresistible, su dominio absoluto de la técnica. Demuestra su creatividad, lo cual permite reconciliar al espectador de la banalidad de la cúpula elipsoidal de la Sala XX, del Palacio de las Naciones de Ginebra.

Miquel Barceló, como Picasso, Dalí, Cuixart, etc., sabe y vive el ARTE, pero se debe al mercado y al marchante, transformando, tal vez en demasiadas ocasiones, su genialidad en excentricidad.

Pero tanto Barceló como Josep Gómez Turu saben que hay amantes del ARTE, coleccionistas expertos –algunos, llegados muy de lejos para adquirir una de estas obras - y público que comprende a la perfección el sentido esencial y estético, la calidad y el trabajo bien hecho, ejecutado con pasión y con sentido.

En Tauromaquia - recordemos, palabra griega que significa lucha contra el toro- la naturaleza existencial de las raíces griegas en la lidia de reses, sujetas al refinamiento del arte de Cuchares, manifiesta en esplendor, en movimiento, una fuerza sin igual ante la cual no cabe más que la rendición artística, de la que Gómez Turu hizo gala durante nuestra conversación: “es el Picasso de nuestros días. No hay nadie como él. Nunca volveremos a ver en una exposición nada igual. Este tipo de gravados sólo los han realizado Rembrandt y Goya”

Y lamentablemente, hemos de darle la razón, pues a pesar de lo extraordinario de la muestra, los medios de comunicación generales, sólo han prestado importancia al hecho morboso de la discusión en el Parlament de Catalunya, sobre prohibir o no las corridas de toros.

No hay distinción de piezas. Todas son únicas. No obstante, algunas ofrecen un impacto visual distinto a las otras: Lanzarote 55 o 54 como también el 62, muestran el sobrecogimiento de la lucha entre la inteligencia y el instinto, con valor y respeto reflejando a su vez la soledad del hombre, vestido en traje de luces ante la incomprensión de la vida.

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